martes, 28 de febrero de 2012

Fílides






































"Al llegar a Fílides te complaces en observar cuántos puentes distintos unos de otros cruzan los canales: convexos, cubiertos, sobre pilastras, sobre  barcas, colgantes, con parapetos calados; cuántas variedades de ventanas se asoman a las calles: en ajimez, moriscas, lanceoladas, ojivales, coronadas por lunetas o por rosetones; cuántas clases de pavimentos cubren el suelo: guijarros, lastrones, grava, baldosas blancas y azules. En cada uno de sus puntos la ciudad ofrece sorpresas a la vista: una mata de alcaparra que asoma por encima de los muros de la fortaleza, las estatuas de tres reinas sobre una ménsula, una cúpula en forma de cebolla con tres cebollitas enhebradas en la aguja. "Feliz quien tiene todos los días a Fílides delante de los ojos y no termina nunca de ver las cosas que contiene", exclamas, con la pesadumbre de tener que dejar la ciudad después de haberla rozado apenas con la mirada.

   Te ocurre a veces que te detienes en Fílides y pases allí el resto de tus días. Pronto la ciudad se decolora ante tus ojos, se borran los rosetones, las estatuas sobre las ménsulas, las cúpulas. Como todos los habitantes de Fílides, sigues líneas en zigzag  de una calle a otra, distingues zonas de sol y zonas de sombra, aquí una puerta, allí una escalera, un banco donde puedes apoyar el cesto, una cuneta donde el pie tropieza si no prestas atención. Todo el resto de la ciudad es invisible. Fílides es un espacio dondes se dibujan recorridos entre puntos suspendidos en el vacío, el camino más corto para llegar a la tienda de aquel comerciante evitando la ventanilla de aquel acreedor. Tus pasos persiguen no lo que está fuera de los ojos, sino lo que está dentro, sepulto y borrado: si entre dos soportales uno sigue pareciéndote más alegre, es porque por él pasaba hace treinta años una muchacha de anchas mangas bordadas, o bien sólo porque recibe la luz a cierta hora, como aquel soportal que ya no recuerdas dónde estaba.

    Millones de ojos se alzan hacia ventanas puentes alcaparras y es como si recorrieran una página en blanco. Muchas son las ciudades como Fílides, que se sustraen a las miradas, salvo si las atrapas por sorpresa."

("Las ciudades y los ojos. 4." en "Las ciudades invisibles" de Italo Calvino.)

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